Bariloche, Abril 2002 - Primer Intento

Después de muchas idas y venidas decidimos encarar nuestra primera expedición a través de la Cordillera de los Andes por el río Manso. La idea era entrar en el Hito fronterizo sobre el río Manso y navegar por el río 5 días para llegar a la desembocadura del río en el Seno de Reloncaví, Océano Pacifico.
En los mapas se veía muy fácil…

5am, Carga de equipo.

Luego de despertarnos a fuerza de mate, cargamos el equipo, 1 balsa, 3 kayaks y el mínimo indispensable para dormir y comer; la ropa era una muda puesta y durante el día equipo de río, neoprene, chaqueta impermeable, chaleco salvavidas, etc.

Éramos 6 amigos en busca de un desafío, el “Negro” Héctor Valle, kayakista con mucha experiencia en ríos de montaña, el “Rasta” Sergio Lucero, kayakista también que llego el día anterior desde Miramar, El “Gallego” Hector, que llego desde los Pirineos Catalanes, para acompañarnos en su kayak, el “Turko” Amilcar Koprio, guía de rafting integrante del staff de Patagonia Rafting, “MP” Martín Papalia, camarógrafo y amigo, y yo, Ismael, ideólogo de esta aventura.

10am, luego de hacer trámites en Gendarmería Nacional, estábamos fuera del país, la camioneta nos llevo hasta el Hito Fronterizo y comenzamos a preparar el equipo.

Remamos 1 Km. y descendimos para caminar hasta Paso León, ya en Chile y realizar la entrada a dicho país. El puesto de Carabineros se encuentra detrás de un morro, en un vallecito increíble, hay cancha de fútbol y helipuerto, ya que son abastecidos desde Puerto Montt una vez por mes vía aérea.

Luego de escuchar las recomendaciones de los Carabineros acerca de lo desconocido del río y la bravura del mismo, partimos.

Era casi el mediodía y recién empezábamos a remar, sin duda tendríamos un largo día por delante.

Luego de una hora de disfrutar de un río muy tranquilo, excepto por la lluvia que nos inquietaba un poco, llegamos al primero de los rápidos, un clase II, fácil de correr. Unos 15 minutos mas adelante el río desaparecía ante nuestros ojos, era una clase V+, “El Derrumbe”, unos 20 metros de largo donde el río desciende en medio de boulders gigantes unos 25 metros, incorrible, fue la conclusión luego de media hora de observación. Era este nuestro primer portaje, complicado, llevar la balsa por un desfiladero de resbalosas rocas, prohibido pisar mal y perder la estabilidad, abajo te espera ese torrente blanco que choca contra estas enormes rocas y que hacen de este, un rápido increíble.

El día se nos iba y sentíamos que no avanzábamos nada, así que ni paramos, terminamos el portaje y continuamos para abajo en busca de la salida del primer día.

El mal clima empezó a hacer mella en el equipo, estábamos cansados, sin comer y con mucho frío, se podía ver cuando el cielo abría algo, que nevaba en las cumbres.

Comenzaba a bajar la luz y nuestra referencia no aparecía, buscábamos un remanso enorme con un bote de madera a la derecha, esa era la indicación de Canoy, quién nos encontraría en “La Huillinera” el Campamento 1, con caballos para realizar el portaje del segundo día, donde nosotros lo haríamos vía trekking.

El río sonaba fuerte nuevamente, con furia, era otro gran rápido…

Se entra por izquierda, luego se va hacia el centro, la línea no es difícil pero es largo, tal vez unos 300 metros de agua blanca, al llegar a la mitad se va por derecha y se cae en tres drops para pasar en medio de dos enormes rocas por una mini cascada hacia la salida. Martín grababa y yo decidí hacer fotos desde la orilla, así que lo corrieron el Negro, el Rasta, el Turco y Héctor. La línea era buena, pero al final la perdieron y no entraron en la mini cascada, sino que fueron a la izquierda y cayeron en un hueco enorme, el Turco voló como Fillol en el 78, con el remo en la mano para caer a dos metros de la balsa,”Atajala si podes”  es el nombre de ese rápido ahora.

Casi sin luz en el río, encontramos el gran remanso y el bote a la derecha, llovía mucho, hacía frío, salte de la balsa y antes de que desciendan todos corrí por la senda en busca del campamento, subí, camine, seguí subiendo, encontré una senda paralela al río y seguí caminando, no había ningún campamento. Luego de caminar por 20 minutos, comencé a escuchar algo, en la distancia, comencé a gritar y me respondían, corrí hasta encontrar al dueño de los gritos, era Canoy.

“Como anda Ismael, que hace por acá”, me dijo, “como que hago, donde esta el campamento” pregunte, “por eso le digo, el campamento esta a 5 KM de acá, mas abajo” no tuve respuesta, pensaba en el equipo, como les contaba que no era ese el lugar de salida del río, seguía lloviendo y estaba frío. En fin volví, nos cambiamos bajo una enorme piedra y comenzamos a caminar por una senda que era una especie de arroyo, con agua por las rodillas por momentos, con un salamín y medio paquete de galletitas en la mano, nuestra única comida desde los mates de las 6 de la mañana.

Afortunadamente Canoy y Huiño, nos esperaban con un enorme fogón y agua caliente. Cocinamos y metidos en nuestras bolsas de dormir comenzamos a discutir sobre el día de mañana. Si corríamos lo que faltaba hasta el campamento, tendríamos medio día de retraso, en base al plan original, a eso se sumaba una noticia que era determinante para el viaje, la picada se había derrumbado, justo en la parte que nosotros la necesitábamos para portear el cañón que empieza en La Huillinera y termina en Río Steffen, donde entraríamos nuevamente al río.

Esto fue determinante para el viaje, mal clima y sin senda para caminar el portaje se complicaba, decidimos que era el fin de este proyecto. Emprendimos la vuelta, tristes, pero con la promesa de volver y llegar al Pacífico.

Bariloche, Marzo 2003 - Segundo Intento

Había un antecedente, un aprendizaje, mayor preparación y una convicción muy fuerte, queríamos llegar al Pacífico remando.

Algunos integrantes estaban ahí de nuevo, como perros que salen a cazar, saben que la pueden pasar mal, pero están igual, como sino pensaran.

El Negro, el Turko, MP, el Rasta, y había algunos nuevos, Ale Gilbert, amigo y buscador incesante de aventuras como estas, Felipe Orticceli, organizador de cabalgatas, que nos ayudo con la logística de los portajes y la localización de los baqueanos chilenos, Güto Lewis, un galés, que llegó como cliente y termino amigo, el Vasco Félix, un montañista y escalador que conocí en España y estuvo todo ese verano con nosotros y Felipe Belaustegui, kayakista y guía de rafting, obviamente también estaba yo, que seguía insistiendo en este proyecto y encontraba locos que me acompañen.

Día 1: Partimos desde el galpón, con todo cargado en este caso llevamos 2 balsas, una con remos y otra con oars, que son remos largos y un frame donde iría toda la carga y el Negro y el Rasta cuidándonos desde sus kayaks.

El día estaba increíble, soleado, caluroso, era la contracara del año anterior.
Nos tomamos el primer día para hacer trámites en Gendarmería y Carabineros, descargamos todo el equipo en la frontera y acampamos en la playita de Don Huiño.

Día 2: La noche estuvo fresca, se cayó una buena helada lo que presagiaba una linda jornada, desayunamos fuerte, nos cambiamos y a las 10am estábamos en el río. Una balsa de 12 pies con 4 remando y uno de 14 con oars y 300 Kg. de carga, por suerte me ayudaban Güto y Felipe B. a remar, ya que estaba pesado.

Llegamos al primer portaje, había un árbol atravesado justo en el lugar donde se pasaba, así que tuvimos que tomarnos mucho tiempo, casi hora y media para hacer 20 mts. de río, los kayaks delante como siempre, tomaron el eddy, luego la balsa del Turko, que tenía buenos remadores y estaba ligera y por ultimo nosotros con la carga. Todo sin problemas, un poco de fuerza para pasar por encima de una roca grande y bajar por el otro lado.

El río tenía como metro y medio menos de agua, o sea que en algunos lugares las corridas eran más técnicas.

Nuevamente agua plana por unos 20 minutos y encontramos “el Derrumbe”, el segundo portaje, fue más rápido, habíamos aprendido el año anterior por donde se hacía.
Descargamos la balsa de carga y caminamos por el costado del río en medio de una selva frondosa, hubo que hacer varios viajes para dejar todo en el final del rápido, mientras tanto. Otros llevábamos las balsas por la orilla del río al mismo lugar.
Rearmamos todo nuevamente y continuamos. Antes de partir nos pareció que era un buen lugar para almorzar, así que comimos aquí, disfrutando, tal vez, de uno de los mejores rápidos del río, antes de llegar al Pacífico.

Continuamos remando, el día era esplendido, soleado, buena temperatura, y el ánimo del equipo por las nubes.

Llegamos a “Atajala si podes”, había menos agua, por lo tanto, la corrida era mas técnica, el Turco tomo por izquierda desde la entrada al rápido y nosotros con la balsa de carga no llegamos, así que tuvimos que descender y portear una enorme roca, para poder entrar en la línea de corrida.

No fue difícil, todo cambia cuando uno  ya corrió ese rápido, esa cuota extra la habíamos tenido el año pasado.

Corrimos una par de rápidos más y llegamos a la Huilliñera, eran como las 6 pm, nos esperaba un enorme fogón y un cordero que en ese momento estaba siendo puesto al lado del mismo. El clan Bahamonde con Carloncho a la cabeza, nos hacía el apoyo logístico este año, ellos viven en lago Vidal Gormaz y son expertos porteadores en esta zona.

Día 3: El día se veía lindo, supersoleado, nada de viento, un marzo de esos que no se ven muy seguido.

Comenzamos a cargar el equipo para esto Carloncho y compañía dispuso de 7 animales, entre burros y caballos. Balsas, kayaks, ropa, comida, todo debía ser porteado al final del cañón, o sea hasta río Steffen, “deben ser unos 15 KM, seguro que antes de la noche estamos allá”, comentaba Carloncho. A las 10am, estábamos caminando, comenzaba la parte desconocida para nosotros.

La picada sube y baja muchas veces, por momentos se llega al fondo del valle para ver un río que corre furioso, agua totalmente blanca lo que explica porque caminamos y no remamos en este día.

Con una parada breve para almorzar en medio del día, llegamos a río Steffen sobre el atardecer.

Armamos el campamento en una triangulo pequeño, era un mirador increíble como a 50 metros sobre el nivel del río, bastante ajustado pero lo único plano para armar carpas.

Día 4: Otro lindo día, aunque nublado. Desayunamos y arrancamos temprano el plan de hoy era entrar al río, correr la última parte del cañón y llegar al lago Tagua Tagua.
Apenas entramos apareció el primer rápido del día, lo bautizamos “Falso Trono”, en honor al verdadero Trono que esta en el Futaleufú, ya que desde arriba había cierta similitud, salvando las diferencias de volúmenes de agua.

Nada complicado, hicimos algunos kilómetros y apareció una seguidilla de divertidos clase II y III que hicieron que esta parte se hiciera muy entretenida. De pronto el cañón se abre ante nuestros ojos, el río se pone plano y se prepara para recibir al gigante Puelo, el mayor afluente del Manso, esto ocurre como una hora antes de llegar al Tagua Tagua.
Un lago increíble, con una playa de arena blanca que parecía que estábamos en Buzios.

Acampamos en el bosque para refugiarnos del fuerte viento que se levanto sobre el final de la tarde. Esa noche cocinó Gilbert, un estofado increíble.
El viaje transcurría muy relajado, se había armado un equipo muy amigable.

Día 5: Luego de desayunar, cruzamos remando en una balsa hasta enfrente, donde estaba el muelle del ferry que nos cruzaría hacia el extremo oeste del lago, para emprender el último tramo del río y llegar al mar.

Las novedades no fueron buenas, el barco esta descompuesto y no se sabía cuando lo repararían.

Comenzamos a investigar y encontramos un lodge de pesca que se encontraba sin clientes, y uno de los guías nos ayudo a encontrar a unos pobladores que nos podían cruzar en sus lanchones.

Contactamos a los mismos y acordamos un precio, si el ferry no aparecía, nos cruzarían.

El día estaba muy ventoso y el lago daba un poquito de temor, sobre todo cuando vimos los lanchones.

Eran bien precarios con un motorcito de 4 tiempos y un achicador casero que era una sopapa hecha con una caña colihue y un trozo de cubierta de auto.

A las 5 de la tarde preparamos todo y en el muelle del lodge de pesca cargamos todo el equipo en 2 lanchones.

El cruce estuvo divertido, las olas eran grandes y las embarcaciones avanzaron despacio pero a paso firme, llegamos antes del atardecer al otro lado.
Montamos un campamento rápido y cenamos.
Nuestras mentes estaban en el día de mañana, debíamos llegar al Pacífico antes de las 3 de la tarde para encontrar a Mauricio, quien nos buscaría con un jeep y volver a Bariloche.

Día 6: Era temprano, amaneció con mucha niebla y bien fresco, había clima de mar y no de cordillera.

Antes de las 9 estábamos dispuestos a partir. En mi balsa decidimos equiparnos como de costumbre, neoprene, chaqueta, chaleco, casco, a pesar de que la info que manejábamos decía que la sección era plana y sin rápidos. Todo lo contrario paso en la balsa del Turco, donde se fueron de pantalones y campera.

El río es enorme y discurre en un marco increíble, aparece un volcán con una glaciar en su cumbre, el Yates, el cual se aprecia en todo este último día.

Luego de unas 2 horas el río se angosta rápidamente y se forma un cañón de unos 2 o 3 kilómetros, en la mitad del mismo apareció una ola, verde, parecía de mar, era perfecta y atravesaba todo el río. La vimos y cuando quisimos reaccionar estábamos corriéndola, pasamos bien pero cuando miramos hacia atrás vimos al Turco y si tripulación entrar en la misma, los retuvo, los giró y los volcó. No hace falta que cuente las caras de los nadadores de campera…

Alrededor de las 2 de la tarde vimos un barco de carga que se dirigía a mar abierto desde Puerto Montt, habíamos llegado al Pacífico.
Algo que parecía tan lejos estaba tan cerca.

Ismael Páez Britos

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